Las agallas

Agallas

Las agallas y los agallos fueron compañeros inseparables de juegos para muchas generaciones de piornalegos. Era práctica común meter decenas de agallas en borriles para sacarlas, simulando ser piaras de cabras, a que 'comiesen' para volverlas a encerrar al cabo de un rato. También las utilizábamos, cuando aún estaban verdes, como proyectiles que nos arrojábamos en nuestras particulares 'guerras' infantiles.

Las agallas presentan una especie de corona de picos, su diámetro es de unos tres o cuatro centímetros. Los agallos son más pequeños, 1,5 ó 2 centímetros de diámetro y son totalmente lisos.

Claro que para el juego que más las utilizábamos era para jugar a los agallos (media, cuarta y pie, si lo tenías claro le dabas dos pieses, gua y solibiao). Siempre corrías el riesgo, si el que jugaba contigo era mayor y se cabreaba, de que te pisara el agallo y te quedaras si él. Una escapá a las matas, te llenabas el bolsillo y a seguir jugando. Desafortunadamente, la aparición de las canicas o bolindres de cristal dejaron a los agallos en un muy segundo plano.

Agallas Las agallas son carnosidades redondas que se forman en algunos vegetales por la picadura de ciertos insectos al depositar sus huevos. Podemos encontrarnos diferentes tipos de agallas en tallos o en las hojas de diversas plantas; las que aquí nos ocupan las encontramos en los tallos de las matas -arbustos de los robles- o en los robles adultos. El roble, ante la presencia de un cuerpo extraño, reacciona formando esta protuberancia o tumoración alrededor de los huevos que deposita el insecto, estos huevos se transforman en las correspondientes larvas que se alimentan y crecen en el interior de la agalla durante todo el verano.

 
 
 
Agallas

Cuando alcanza su pleno desarrollo, la larva perfora un túnel de salida hacia la pared exterior; luego retrocede hacia el centro de la agalla donde pasa todo el invierno. En primavera la larva sufre una serie de transformaciones, hasta que sale de la agalla en forma de insecto adulto. Las agallas quedan en la mata o el roble hasta que caen... o son recogidas por alguien que quiere jugar con ellas.

 

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© Víctor A. Díaz Calle. 1997-2002