Víctor A. Díaz Calle
Enero 2001
Cuando ya han pasado dos días desde que te quitaste la máscara y el traje en casa de Candi -Jarramplas del próximo año-, y aún estarás con tus dolores y tus negrales, sigo impresionado y emocionado por todo lo que vi y viví el día de Jarramplas. Imagino que la procesión iría por dentro, pero dabas la impresión de estar tranquilo cuando un montón de manos, en La Casilla a eso de las diez y media de la mañana, te colocaban las protecciones, te apretaban las correas y te ponían el traje. El ambiente en la calle no era como para inspirar tranquilidad, cientos de nabos, de un tamaño más que considerable, estaban en las manos de un pueblo que esperaba con impaciencia, ansiedad y excitación vivir su fiesta. La calle es estrecha y saliste bien parado de tu primera aparición. Los comentarios previos decían que sin detenerte irías hasta la iglesia, sin embargo en la Plaza del Nogal quisiste comenzar el recital que más tarde continuarías en la Plaza de la Iglesia. Amagaste, corriste, moviste la máscara como voces autorizadas entre la multitud te sugerían. Incluso te pusiste de rodillas como mandan los 'cánones jarrampleros'; mientras, el pueblo hervía. Era impresionante ver como 'se hacían pizcas' los nabos cuando golpeaban en la máscara o en cualquier parte de tu cuerpo. Te levantabas y con bravura separabas los brazos del cuerpo, te dirigías a la gente con actitud desafiante y pedías más caña. Enfilaste la calle de la iglesia y vistes que en la plaza no cabía un alma, estoy seguro que eso te enorgulleció, en algún sitio había leído comentarios tuyos en los que asegurabas que cuanta más gente y nabos hubiera, mejor… Recuerdo tu cara impasible en la tribuna, mientras tocabas el tamboril en la Rosca. Abajo, las mozas entonaban las estrofas, entre ellas ibas intercalando el característico sonido del tamboril. Cediste un poco de protagonismo y te mantuviste en un discreto segundo plano. Fue el único momento del día que lo hiciste, ese día el héroe eras tú, tú eras Jarramplas. Mientras toda la iglesia cantaba "A la guerra, a la guerra…", estrofa que acompañaste completa con el tamboril, fuera, a apenas tres metros de la puerta, te esperaba una primera "línea de fuego" compuesta por un centenar de jóvenes que, con escenografía típica de gol sur de campo de fútbol, pero con buen rollo, levantaban los brazos mostrando los nabos que tenían preparados para ti. Después no lo cumplieron porque, como pudiste ver, de allí no se movió ni uno, pero para animarte coreaban aquello de
no tenga miedo, que cuando usted salga todos corremos… Tras ellos, abarrotando la plaza, estaba todo el pueblo, menos ruidoso pero con la misma impaciencia y, sobre todo, con la misma cantidad de nabos en las manos. Botando inquietos, ansiosos de que aparecieses y nos hicieses vivir momentos que habíamos estado esperando durante todo el año. La puerta finalmente se abrió y allí empezó lo que uno de los chavales de la primera línea bautizó como 'el chorreo'. Cientos de nabos lanzados con todo el vigor del mundo, te acribillaban desde todas partes. Te pusiste de rodillas y aguantaste como un jabato el temido chorreo. Decían que eran 9000 Kg, pero parecía que el Ayuntamiento había comprado todos los nabos del mundo... A tu lado se formó una 'rimera de una cuarta de nabos', tras golpearte iban cayendo al suelo. Aquí comenzó el momento álgido de tu recital. Tras esta primera descarga, mientras algunos se agachaban a recoger, saliste del portal y con firmeza te paseaste por la plaza con la altivez que sólo un Jarramplas que se siente seguro sabe mostrar. Bajaste hasta la puerta de Mesi, diste juego a los de esa calle, metiste a gente en el rincón de la casa de Doro, te pateaste hacia arriba la cañera, obligando a algunos a llegar corriendo hasta el Ayuntamiento. Como en un juego infantil, obligaste a dar vueltas a la cruz a los intentaban protegerse con ella..., todo ello soportando impasible un verdadero vendaval de nabos que te llegaban desde toda la plaza. Siguiendo un ritual no escrito, con algunas dificultades, subiste al borde de la fuente. Cuando te vimos allí arriba, recibiendo desde todas las direcciones, notando como te tambaleaban los golpes, seguro que no fuimos pocos los que pensamos "que se baje de ahí, le van a tirar…". Para asegurarte y mejorar tu estabilidad, pusiste uno de tus pies en la piedra en la que colocábamos el barril para que se llenase con el agua del caño. En esta postura, con las piernas abiertas, con un pie en el borde y otro en la piedra, los cientos de nabos que seguían golpeándote ya no daban la impresión de que conseguirían tumbarte. Aguantaste hasta que, por tu propio pie, bajaste al suelo de nuevo. Me dejo para el final la escena de la "crucifixión" en la puerta de la torre. Con pasos inseguros por la falta de visión y el 'ajinamiento' de la armadura, subiste las escaleras de la torre. La gente te animaba para que siguieses, te gritaban, te aplaudían…, todos conocían el martirio al que te someterías segundos después… Llegaste al último escalón, te giraste, dejaste la torre a tus espaldas y encajaste el culo en la estrecha puerta por la que se accede a ella. Desde allí, unos dos metros por encima de suelo, miraste a la gente y, con dos… narices, dejaste a un lado el tamboril, pusiste desafiante tus brazos en cruz y, como si nos dijeras "aquí estoy", esperaste tranquilo tu martirio. Imagino que aquello no duró más de 15 ó 20 segundos, pero fueron muy, muy largos. La 'tollina' de nabos que te cayó encima en ese tiempo fue tremenda, muchos se hacían migas, sobre ti o en la pared… Impresionante. Daba la sensación de que nadie en toda la plaza se agachaba a recoger nabos, no tuviste ni un segundo de tregua, decenas y decenas de nabos lanzados con todas las ganas de mundo volaban hacia ti. La gente supo premiar tu gesta en la torre, aplausos, gritos de ánimo y admiración comenzaron a escucharse cuando iniciaste el descenso de las escaleras para volver al suelo de nuevo. Sabías que estabas cumpliendo con creces y con ardor te entregaste a la tarea de continuar 'dando fiesta', tu físico te permitió continuar y aguantar más tiempo del que la prudencia aconsejaba. Escuché algún comentario que decía "debe de estar asfixiado"; pensé que la respiración podría ser tu único problema, aguante físico aún te quedaba para regalar… Lo demostraste un poco después cuando, como si aún no tuvieras bastante con lo de la Puerta la Iglesia, vimos que te dirigías hacia las Seras, parecía imposible que aún tuvieras fuelle para continuar con la tortura que debe suponer ir dentro de aquella armadura, recibiendo nabazos sin parar. Tus plantes amenazadores y desafiantes ante la gente, oír sus comentarios de aprobación hacia 'tu buen hacer jarramplero', hicieron que muchos nos sintiéramos orgullosos de ti. Cuando finalmente te quitaron máscara, vi como se reflejaba el dolor en tu cara sudorosa, llena de pequeños trocitos de nabos… Tomaste aire y unos cuantos comenzaron a mantearte, entonces pensé que estaba del todo justificado aquello que te coreaban:
que sí repela, que sí..." Podría continuar llenando de elogios tu salida por la tarde, pero seguro que me repetiría, lo hiciste igual de bien que por la mañana. Algún día me explicarás como conseguiste aquella tarde dejarnos a todos sin nabos... ;-)
[Me quedaba una duda, saber si cuando saliste de la iglesia por la tarde y te quedaste pegado a la puerta, con los brazos en cruz en actitud retadora, era premeditado o si por el contrario, fue obligado porque resulta imposible dar un paso cuando a uno le cae encima aquella tormenta de nabos. Después de hablar contigo, sé que era algo que tenías pensado de antemano.]
José Luis, JARRAMPLAS, enhorabuena y un abrazo.
PD.- Felicita a todos los que se vistieron el día 19, a José María, Roberto, Javi, Jesús, Mario, Candi, Emeterio, Sergio y Carlos. Dale un abrazo a José María, sólo la inoportuna rotura de los tendones de su rodilla, cuando recibía los primeros nabos, le impidió demostrar del todo lo buen Jarramplas que yo sé que es.
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