El castigo al que fue sometido un ladrón de ganado mediante la burla y el apedreamiento de los vecinos del pueblo es la leyenda más extendida en Piornal para justificar la fiesta del Jarramplas, declarada de Interés Turístico Regional. El frío en el municipio más alto de la provincia de Cáceres, enclavado en el Valle del Jerte y muy próximo a la Vera, no impide a sus habitantes salir en busca del 'culpable' para lanzarle, con la mayor fuerza posible, los miles de nabos que se adquieren para la ocasión y que se amontonan en las calles del pueblo para golpear al que encarna el personaje de Jarramplas desde los pies a la cabeza.

La petición de ofrendas a San Sebastián tuvo lugar ayer a las ocho y media de la mañana y dos horas después salía el primer Jarramplas. Este año, José Daniel Vicente y Miguel Ángel Prieto se exponen a los golpes de sus vecinos, que no reparan en el dolor que puedan causar al que se esconde debajo de la máscara.

La fiesta comenzó a las diez de la mañana. Mientras uno de los mayordomos se enfundaba el traje para encarnar a Jarramplas, que desde el mes de octubre llevan elaborando con cientos de tiras de colores cosidas sobre pantalón y chaqueta, Daniel esperaba en la puerta de su casa la máscara y armadura que momentos después se colocó bajo la vistosa indumentaria.

«No estoy nervioso, los golpes se sienten pero con todo esto encima no duele», aseguraba el joven. Es el segundo año que este piornalego protagoniza una de las tradiciones más valoradas de su pueblo, en las que cada año quieren participar numerosos vecinos. La lista para los próximos años ya está repleta de gente dispuesta a ser el alma de la fiesta. «Se saben ya los Jarramplas que habrá hasta el 2014 por lo menos. Para ellos es un orgullo vestirse y salir a pesar de los golpes que reciben», cuentan los padres de Daniel Vicente.

El primer Jarramplas de ayer viernes, que dio el relevo a Daniel tan sólo unos minutos después, aguantó sin dolor aparente los enormes nabos que le lanzaron sin cesar decenas de jóvenes y mayores en cuyos rostros parecía incluso reflejarse venganza. Los más de 40 kilos de peso que soportaba el sufridor le impedían caminar con la soltura que en esos momentos podría haberle librado de algún que otro golpe.

La escena se repetía con Daniel que se armó de valor después de que sus mayordomos, que aguardaron al recién acribillado, le ayudaron a colocarse los protectores y le animaron antes de enfrentarse a la batalla que hoy continúa con la salida de los dos Jarramplas y el acompañamiento al Santo en procesión.

Rodilleras, coderas, almohada acolchada en las partes bajas, antebrazos enganchados a una armadura de fibra de vidrio, botas y un traje pesado del que penden metros y metros de telas componen el vestuario de Jarramplas.

Fue el comienzo de una fiesta en la que la música adquirió un papel fundamental con las 'alborás' cantadas durante la procesión de medianoche, a la que siguió una comida comunitaria de migas, cuyos gastos proceden de Jarramplas y mayordomos, y horas de jolgorio y regocijo.