Con todo, el ritual de Jarramplas/San Sebastián tal y como lo conocemos hoy, como lo relata la etnografía existente, es hijo del cristianismo. Lo que no quita para que sus significados e interpretaciones abarquen desde “los valores paganos de la vida”, periodos lúdicos, de expulsión de lo viejo, de renovación; hasta “los valores cristianos”, periodos de exaltación de fe, de mártires, etc. Los significados cristianos, pues, se superpusieron sobre los paganos sin que éstos fueran totalmente eliminados. El resultado es que el ritual debe ser interpretado como si fuera un palimsepto, como un fenómeno de fusión, de sincretismo, que ha ido cambiando en función de esquemas sociotemporales tanto colectivos como individuales, más allá de las denominadas “supervivencias”, que no son otra cosa que esplendidos comodines para explicar ritos, creencias, costumbres, existentes hoy en función de otras “primitivas” propias de un pasado remoto, antiquísimo, necesariamente reconstruido, en la mayoría de los casos, a gusto del investigador. El ritual, los rituales —explicó Sebastián Díaz Iglesias (doctor en antropología social y cultural por la Universidad de Extremadura) en la conferencia “Jarramplas ritual festivo y tramas de identidad en Piornal”, pronunciada el día 31 de enero, 2006, en Getafe, con motivo de la renovación del voto a San Sebastián — nos ofrecen lo que somos y muchas veces ello contrasta con lo que queremos ser o con lo que pensamos que hemos sido". A nuevos tiempos, nuevas realidades: hasta los últimos años de la década de los setenta, como no podía ser de otra manera, el oferente encarnaba, fundamentalmente, valores de tipo religioso: el martirio de San Sebastián. La construcción de identidad de la sociedad piornalega en esa época giró, por tanto, en torno a esa característica del ritual. A partir de entonces, tras una etapa de dudas, en consonancia con las de la sociedad misma, la construcción de identidad gira en torno a los valores lúdico-festivos propios de los tiempos que corren. En el ritual de Jarramplas están presentes, pues, ambas dualidades. Ninguna de ellas se entiende sin la otra. La identidad local en torno al ritual se ha construido con una u otra en función de esquemas socio-temporales determinados —lo hemos dicho antes— y, seguramente, es esa capacidad para construir identidad desde aspectos diferentes donde radica el auténtico valor del rito.
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