¿A quién pertenece la “alborada de Jarramplas”?
Música del pueblo versus música de autor

Revista de Folklore, nº 290.
Obra Social y Cultural de Caja España. Valladolid.

Ana Isabel Calle Salgado
Folklorista
Maestra especialista en Educación Musical

Sebastián Díaz Iglesias
Doctor por la Universidad de Extremadura
Ldo. en Antropología y Psicología

Resumen

En el año 1999, el grupo extremeño de música Acetre, lanza al mercado su trabajo “canto de gamusinos”, elegido mejor álbum por los oyentes del programa de radio Trébede de RNE Radio3, que supone un revulsivo en la música popular extremeña, con una nueva forma de sonar, más cercana a los jóvenes, que aúna la tradición musical y las nuevas tendencias en el campo de la música. Dentro de este trabajo una canción cobra una especial relevancia: “alborada de jarramplas”. En este artículo pretendemos hablar de esta alborada, de su origen como composición a partir de un canto asociado al ritual festivo de Jarramplas. La pregunta que subyace en esta comunicación es: ¿a quién pertenece la “alborada de jarramplas”, al autor que la presenta en su obra, con las pertinentes reelaboraciones, muchas ajenas a la cultura de origen, o al pueblo en el que éste encontró la esencia misma de la canción?.

Introducción

En los últimos años, los procesos de globalización y, en el marco de estos, la expansión de las tecnologías de la información y la comunicación, están permitiendo un acceso vertiginoso a una información musical, muy extensa en cuanto a posibilidades y ciertamente inabordable por su cantidad. En este contexto los derechos de autor han cobrado una especial relevancia y, de igual manera, los derechos sobre las músicas que podemos escuchar, y a las que es posible acceder mediante descargas de Internet.

En la actualidad, las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) han llegado prácticamente a todas las músicas del mundo, incluidas las músicas populares, ligadas a la tradición oral, hoy día sometidas a novedosos procesos de recogida, transcripción, reelaboración, adaptación e interpretación, que nos abren no pocos interrogantes sobre quién o quienes son sus autores, los pueblos que la cantan o los compositores que tomándolas como base han lanzado al mercado sus creaciones o recreaciones.

En este contexto proliferan, cada vez con una mayor intensidad, procesos de apropiación, reapropiación y expropiación musicales, sustracción de las músicas tradicionales de su entorno y su conversión en materia prima para reelaboraciones ajenas a la cultura de origen, pero también de investigación etnomusicológica, composición, difusión cultural, promoción turística, etc., que bien merecen la pena ser tenidos en cuenta.

El análisis de un caso concreto de composición musical a partir de una canción de la tradición oral, acaecido en los últimos años, nos permite poner el acento en una cuestión de base, cuya pertinencia o no puede ser cuestionada, pero que, en todo caso, ofrece luz sobre estos procesos anteriormente mencionados: ¿a quién pertenece la música, al autor que la presenta en su obra, con las pertinentes reelaboraciones, muchas ajenas a la cultura de origen, o al pueblo en el que éste encontró la materia prima para su composición?.

La alborada de Jarramplas

El 19 y 20 de enero de 1996, coincidiendo con la fiesta de Jarramplas1 en Piornal, pequeña localidad serrana del norte cacereño, la Federación Extremeña de Folklore celebra en esta localidad unas jornadas sobre investigación en el ámbito de las tradiciones musicales. Además de las pertinentes ponencias propias de las jornadas, los organizadores tienen previsto para los asistentes, la observación y participación en ciertos momentos del ritual, especialmente en los que presentan un mayor contenido musical.

Uno de ellos, José Tomás Sousa, miembro del grupo folk Acetre, y persona muy vinculada a la investigación en música extremeña y portuguesa de tradición oral, queda impresionado cuando, tras oír las doce campanadas que dan paso al día 20 de enero, una procesión nocturna, socialmente poco o nada estructurada, sin autoridades militares, políticas, ni religiosas y sin imagen sacra, recorre durante aproximadamente una media hora varias calles del pueblo, estableciendo un recorrido que se inicia en la misma puerta de la iglesia y en ella finaliza, con un canto colectivo de sonoridad especial, que mezclado con la oscuridad de la noche y el intenso frío del momento, genera sensaciones que él califica de “difícilmente descriptibles y sorprendentes”, especialmente por la gran variación que existía entre lo que en ese momento estaba escuchando y alguna versión que creía conocer de esa misma canción, grabada por algún grupo folk. Se trataba de las “Alborás”, nombre que se da en Piornal al canto que acompaña ininterrumpidamente la procesión.

José Tomás, sin una grabadora con la que recoger aquella música que le “cautivó”, no puede por menos que intentar registrar en su memoria los sonidos que emanan de toda aquella gente, hombres y mujeres, niños, jóvenes y adultos, personas que viven en el pueblo o que vienen a él en estos días, muchos quizá buscando reproducir su identidad como miembros de una comunidad que un día se vieron obligados a abandonar.

Ese mismo día, ya por la tarde, José Tomás parte para su pueblo, Olivenza, localidad del sur extremeño muy cercana a la frontera portuguesa, tanto, que en diferentes momentos de la historia perteneció a aquel país. Durante el viaje, intenta reconstruir la melodía las Alborás y algunos textos almacenados en su memoria, conocedor de que eran dos y no una las canciones que, compartiendo coplas, se cantan en diferentes momentos de la fiesta, la Rosca y las Alborás, y que era la primera la que en alguna ocasión había escuchado en una grabación del grupo extremeño El Caldero, y la segunda la que ahora le tenía ocupado.

Aunque en el mismo viaje tomó la decisión de partir de la melodía de las Alborás para realizar una composición para el nuevo trabajo discográfico de su grupo musical, no fue sino hasta unos días después cuando inició el proceso creativo, teniendo como puntos de partida, por un lado la nueva línea musical que estrenaba Acetre, con la incorporación de nuevos instrumentos, como el clarinete o el violín, y la búsqueda de una nueva forma de sonar que aunara tradición y modernidad, y por otro las Alborás que había escuchado en Piornal durante la fiesta de Jarramplas.

Sensaciones, emociones, experiencias vividas en torno a las Alborás en particular y a la fiesta en general, le sugieren unas melodías y unos ritmos con los que complementar la música de las Alborás, así como el uso de varios panderos y tambores con los que generar unas percusiones que en cierto modo remitieran al tamboril de Jarramplas, con la idea de hacer algo nuevo en la línea del folk renovación que define la música de Acetre; ...y así “poco a poco fue naciendo el tema”. Para las letras echó mano de algunas que recordaba de la propia fiesta, fundamentalmente las que hacían alusión a Jarramplas, y de otras que encontró en cancioneros, referidas preferentemente a San Sebastián2.

El resultado que consiguió José Tomás, fue un tema, “no recogido en Piornal sino compuesto a partir de recuerdos de lo que yo había oído en Piornal”, con una parte musical plenamente compositiva, en la que introdujo la instrumentación que libremente eligió “...me sugería algún tipo de flauta de pico, violín y como fondo, a modo de colchón, unos teclados con sonidos muy sugerentes, muy sutiles, sin un gran protagonismo y un acompañamiento de guitarra acústica”, y una parte vocal que, con voces exclusivamente femeninas, trataba de “imitar a la gente que yo escuché en Piornal3”.

Bien es cierto que el autor sabe perfectamente que las Alborás también la cantan hombres, por lo que la elección de mujeres exclusivamente para el canto que se protagoniza en la alborada de Jarramplas del grupo Acetre, obedece a “un criterio estético y musical personal dentro de los arreglos y configuración del propio tema que en ningún momento quiso reproducir el canto propio del ritual”. Estructuralmente va alternando ambas partes hasta el final en el que “...se paran todos los acompañamientos de guitarras acústicas y de teclados, queda sola la melodía con la percusión y una modulación final como culmen de la canción”.

El cambio de tono final, sin duda, se rige igualmente por preferencias estéticas personales, algo presente en otros temas compuestos por José Tomás4. Con la composición concluida y muy del agrado de los componentes del grupo, tras las primeras reacciones de extrañeza, dado que era la primera vez que cantában un canto de estas características, se inicia su ensayo, se une al resto del repertorio y se da luz verde a la grabación del que sin duda se ha convertido en uno de los referentes musicales actuales en el marco de la música tradicional extremeña: “Canto de Gamusinos”5, y dentro de él “la alborada de Jarramplas” como uno de los temas de más amplio calado popular, especialmente entre las generaciones más jóvenes.

Respecto a la trascendencia que ha tenido “la alborada de Jarramplas” José Tomás Sousa nos comenta:

“La trascendencia ha sido mucha. Es el tema que más gusta por ahí cuando vamos de concierto, tanto en España como en el extranjero, quizá por eso, y la gente lo comenta, porque combina de una manera muy sutil lo que es una melodía instrumental que ya en sí dice algo, con el desgarro de las voces, ya que aunque es una melodía muy sencilla resulta muy difícil de cantar, por las dificultades para respirar (...) En nuestas actuaciones cuando se interpreta el tema de Jarramplas a la gente le da un «subidón», por eso lo colocamos estratégicamente en la cuarta o tercera canción empezando por el final, por necesidades del “tempo” dentro de un concierto de aproximadamente dos horas de duración. Se nota que a la gente le gusta el tema por los aplausos y por los comentarios que te hacen después del concierto”.

En un correo de finales de 2004 que el propio José Tomás Sousa envió a los autores de este artículo, después de publicado su segundo trabajo Barrunto, se puede leer: “Este año hemos tenido bastantes conciertos dentro y fuera de Extremadura (el tema estrella sigue siendo Jarramplas)”. También el autor nos habla de algunas opiniones de gente experta en músicas del mundo, caso de Robert Le Gall, integrante y líder del mítico grupo Gwendal:

“Con Robert Le Gall hemos coincidido en algunos conciertos y festivales, habíamos recién grabado el disco y se lo enviamos a París. A´el le gusto mucho el trabajo en general, pero especialmente el tema ese, alborada de Jarramplas, «Jagamplas» como dice él. Dijo que le había quedado impactado, por varios motivos, sobre todo, con su oído, digamos, más internacional que pueden ser los nuestros de por aquí, acostumbrado a viajar por todo el mundo, dando conciertos, acostumbrado a escuchar músicas de todas partes, él me comentaba que pensase que a oídos de un japonés o un finlandés, o un australiano, esa música de la alborada de Jarramplas, como estaba planteada, era misteriosa, sobre todo misteriosa, porque no se podía decir exactamente de dónde venía, su procedencia, porque parecía que tenía mezcla de música árabe, de música española, y de otras, ya que en su origen podría ser de muchas partes, y ese misterio que le producía es lo que más le gustaba de la alborada de Jarramplas”.

Y lo que para él tiene una gran importancia:

“Lo que se ha conseguido con este tema es que la gente joven se acerque a esta música, que es muy importante. Lo vemos en los conciertos, con esta canción la gente bota, lo vimos en el WOMAD, con sus ritmos binarios los jóvenes la asocian más a esos tipos de música a los que ellos están acostumbrados. La mayoría de los temas en Extremadura son ternarios y eso no ayuda a que la gente joven conecte con esta música, cosa que no pasa con la alborada de Jarramplas”.

José Tomás considera la alborada de Jarramplas, en cierto modo, el tema estrella dentro de los conciertos de Acetre, un tema que impacta a la gente que lo escucha, no solamente en Extremadura, también en el ámbito del estado español, incluso en el extranjero, donde la sorpresa y extrañeza en el público al escuchar la alborada de Jarramplas ha sido manifiesta, lo que les ha llevado en muchos casos a interesarse por su origen. En este punto, el autor quiere quedar claro que siempre en los conciertos, sitúa la canción en Piornal, además, para contextualizarla aún mejor, describe un poco la fiesta de Jarramplas antes de iniciar la interpretación, lo que en algunos conciertos se complementa con unas imágenes en una pantalla gigante que acompañan la música, o la salida al escenario de una persona vestida con la indumentaria tradicional del personaje central del ritual. Como comenta el autor “Fueron piornalegos los que se ofrecieron a confeccionarnos la máscara que llevamos actualmente en los conciertos, porque para ellos es un orgullo, según sus propias palabras. Este regalo se lo hemos agradecido enormemente”.

Las Alborás

La inspiración que dio lugar a la “alborada de jarramplas” surgió de un acto procesional, nocturno, sin icono religioso, sin presencia de autoridades civiles y religiosas y sin ningún tipo de estructuración social convenida, más características de procesiones diurnas entorno a una imagen sacra, que acontece en Piornal cada 20 de enero nada más nacer el día. Transcribimos literalmente la descripción de las Alborás tal y como se recoge en la Tesis Doctoral, inédita, Jarramplas: ritual festivo y tramas de identidad en Piornal (Díaz iglesias, 2004)

El rito se inicia en la Plaza de la Iglesia, lugar al que han acudido muchos piornalegos y visitantes unos minutos antes de las doce de la noche del día 19 de enero. La gente se aparta a la llegada de Jarramplas, dejando abierto el camino que lleve a este hasta la misma puerta del templo que, cerrada a cal y canto, va a ser testigo de un momento de gran solemnidad, en el que no faltarán rezos y cánticos, aunque esta vez de puertas a fuera del templo. Nada más llegar ante el gran entramado de madera que cierra el acceso a la iglesia, Jarramplas se pone de rodillas. Junto a él, los que le han acompañado y las cantoras, al igual que el resto de la gente, que a medida que transcurre el tiempo se congrega en torno a ellos en mayor número, se mantienen en pie. El momento invita al silencio, lo cual no quita que algunos de los recién llegados al lugar, mantengan la conversación que traían hacia él, eso sí, en voz baja. A medida que se acerca el instante en que comenzarán a sonar las doce campanadas que indican el inicio del nuevo día, siseos solicitando silencio se propagan ante la concurrencia que, en general con un enorme respeto, asiste al rito.

La manecilla minutera del reloj de la torre se acerca impertérrita a su infatigable compañera del circular reparto, la horaria. Jarramplas, arrodillado ante la puerta de la iglesia, con la cabeza baja, espera el sonido de la primera campanada que señala el inicio del nuevo día. Mientras, seguramente reza, ruega, invoca, implora, pide a San Sebastián, acaso a todas las fuerzas sobrenaturales que se esconden tras aquella enorme puerta a cuyos pies está postrado, por los suyos y por todos los que le rodean o están lejos; posiblemente dedica unos minutos al recuerdo de algún ser querido que por desgracia ya no está a su lado; tal vez piensa en su mujer y sus hijos, en sus padres y sus hermanos, quizá en él mismo; probablemente aún tenga unos segundos que dedicar a su maltrecha rodilla, aún más castigada por el duro granito del quicio de la puerta del templo donde apoyada soporta el peso de su cuerpo, y cómo no, al reloj de la torre que parece no llegar de una vez a las doce. Lo que en esos momentos pasa por la cabeza de Jarramplas sólo él lo sabe, y en muchos casos para él se lo quiere quedar6, como no puede ser de otra manera. En ese tiempo, el resto de la gente envía constantes miradas al reloj que parece ir más lento que nunca, como si al mirarle se contribuyera de alguna manera a acelerar su ritmo.

Unos segundos antes de la primera campanada Jarramplas se pone en pie, y acompaña en el padrenuestro y el avemaría, que se reza en voz alta, al resto de la concurrencia. Este rezo que precede al canto de las Alborás, lo inicia cualquiera de los próximos a Jarramplas, generalmente una mujer, uniéndose a él la mayoría, que no todos, de los congregados junto a la iglesia. Concluidos los rezos, y tras escuchar la última de las doce campanadas, Jarramplas comienza a tocar el tamboril, iniciándose de inmediato el canto de las Alborás. No han faltado ediciones en las que el toque de tamboril ha comenzado coincidiendo con la primera campanada, confundiéndose en estos casos las voces que entonan el canto de las Alborás con el sonido metálico y prolongado de las campanas, algo que algunos no suelen aceptar de buen grado; no obstante, por lo general los Jarramplas que van a tocar suelen tener bien aprendida la lección:

“De eso me acuerdo bien. Me dijeron bien dicho que hasta que no escuchara la campanada doce de la primera vez, porque ya sabes que suenan ahora y luego pasado un rato vuelven a sonar, que no empezara a tocar el tamboril y así lo hice, porque es verdad que algunos empiezan a tocar na más dar la primera campanada, y según se ve no es así, por lo que me han dicho. De todas las maneras, tampoco pasa nada”.

Casi coincidiendo con los primeros golpes de cachiporra en el tamboril de Jarramplas, el grupo de Cantoras inicia el canto de las Alborás7. En ese mismo momento Jarramplas comienza a andar de espaldas. Como anteriormente, en el momento de Bajar el Santo del trono, el desplazamiento hacia atrás de Jarramplas, sin perder la cara a la multitud que le sigue, simboliza el respeto y sometimiento de éste, en este caso a la misma comunidad a la que pertenece. Ahora Jarramplas va sin máscara, por lo que el que se somete a la comunidad no es otro que uno de sus miembros, que va a consumar un sacrificio por un compromiso adquirido con ésta, en el momento de apuntarse en la lista primero, y posteriormente al recibir el testigo durante la Entrega. En el siguiente cuadro comparamos diferentes momento en los que Jarramplas se desplaza de espaldas tocando el tamboril:

Acto ritual en el que Jarramplas camina de espaldas Significado
- Alborás Sometimiento a la comunidad
- Bajar al Santo
- Procesión
- Subir el Santo al trono
Sometimiento a San Sebastián

Delante de él, algún Mayordomo o amigo se preocupan de guiarle y de evitar que caiga o hinque el pie en la cañera del agua que transcurre longitudinalmente por una de las calles por las que transcurre el recorrido y que a la postre es la que divide al pueblo en dos mitades, el Pozo y la Sera, dos mitades de las que hoy día apenas queda constancia social si no es en la memoria de los más viejos del lugar.

Tras Jarramplas, dándole la cara, las cantoras van dando inicio a cada una de las estrofas de las Alborás, constituyéndose en referencia para el resto del séquito que nada más escuchar las primeras letras de cada copla y reconocer ésta, se añaden al canto, que rápidamente se propaga entre todo el grupo, generando un efecto sonoro que en la oscuridad de la noche, se puede definir, en palabras de algunos de sus participantes, como mágico, impactante, emocionante y generador de sensaciones difícilmente explicables con palabras. El resto de la gente se une al canto en una manifestación de entrega al rito difícilmente explicable, especialmente para muchos que desvinculados de la práctica religiosa viven este momento con una especial emotividad, incluso para algunos visitantes que encuentran en las Alborás el instante en el que más intensamente participan de la fiesta:

“A mí lo que verdaderamente me gustó, por encima de cualquier otra cosa, más que las salidas de Jarramplas que aunque son muy espectaculares, no me emocionaron, y que viví como una más del pueblo, fue la alborada. Toda aquella gente por las calles, cantando con tanto fervor aquella canción, ponía los pelos de punta. Es que la canción misma tiene algo especial que impresiona, por lo menos a mi, y a esas horas de la noche, por las callejuelas estrechas y casi a oscuras, todavía más”.

Lo que sí parece claro es que todo el que participa de las Alborás debe mostrar un comportamiento adecuado para la solemnidad del momento. Los lugareños, pocas veces rompen esta norma, al igual que los visitantes, aunque hay que reconocer que no han faltado ediciones en las que ha habido que lamentarse de la presencia en la procesión de algún grupúsculo perturbador. Algunos ven en estos comportamientos aberrantes un resultado de la irreligiosidad y falta de respeto por las manifestaciones religiosas de los jóvenes actuales: “Es una vergüenza. Van borrachos armando la de dios, y no respetan nada ni a nadie. Esto no pasaba antes”.

No obstante, no nos encontramos ante una práctica de irreverencia y falta de respeto ubicada únicamente en la actualidad. Algunos escritos de tiempos pasados así nos lo testimonian: “Llama la atención el silencio con que esto (el recorrido de las Alborás) se realiza, y es castigado con la expulsión quien pretenda hacer del acto cosa distinta a la religiosidad de que van animados” (Cruz Rebosa, 1952). El movimiento del grupo es lento: “sin ir deprisa ni parando” (Ibid.), “con ritmo cadencioso” (Calle, Calle, Sánchez y Vega, 1995: 168).

Jarramplas, guiado en cierto modo por el tempo que él mismo ha asignado al toque de tamboril, marca en gran medida la velocidad en el desplazamiento, influyendo también y de manera decisiva la cantidad de personas que deciden participar en lo que Isidoro Moreno definió como “fantasmagórica comitiva que recorre las calles” (1989). El tiempo aproximado empleado en recorrer el itinerario, repetido año tras año, oscila entre los quince y treinta minutos.

Las Alborás constituyen sin duda la marcha procesional más nutrida de cuantas se pueden contemplar estos días, incluso si tenemos en cuenta otras acaecidas en tiempo de verano. Jarramplas, ora con la mirada perdida, absorto en sus pensamientos ora observando cómo la gente se entrega al canto, continúa su especial deambular por el itinerario marcado sin apenas separar los labios y sin dejar de tocar el tamboril con la máxima intensidad que sus brazos le permiten, para que el sonido de la piel llegue a todos los participantes de las Alborás, algo difícil de conseguir, porque a la dificultad de mantener esa intensidad durante el cuarto o la media hora que dura el rito, se une lo estirado de un grupo muy numeroso que transita por algunas calles muy angostas.

Este último dato mencionado, o sea, lo estirado que se mantiene el grupo durante el recorrido, ocasiona una situación de canto a destiempo muy llamativo, ya que cuando a los que caminan de la mitad para atrás del grupo les llega el sonido de la copla iniciada por las cantoras situadas a la cabeza de la procesión, han transcurrido unas décimas de segundo, incluso más, lo que genera ese efecto canon tan desconcertante para los que se mueven entre los dos coros. A veces es tanta la distancia entre las cantoras y la gente que va a la cola del grupo, y las condiciones atmosféricas son tan poco propicias para la propagación del sonido, que estos últimos no escuchan en absoluto lo que cantan aquellas, decidiéndose espontáneamente por iniciar su propio canto de las Alborás, con coplas elegidas por ellos mismos, que no coinciden con las que canta el resto.

Con todas estas circunstancias, a las que se añade el hecho de que siempre hay momentos en los que alguna gente deja de cantar y habla o saluda al que tiene a su lado, Jarramplas y las cantoras se acercan a la plaza de la iglesia tras realizar el mismo recorrido8 que unas horas antes se utilizó para el Regocijo, eso sí, llevado con muchísima más lentitud.

Una vez llega el grupo principal, con Jarramplas a la cabeza, a la puerta de la iglesia, se entona la última de las coplas, como cada vez que se concluye el canto de las Alborás en cualquier otro momento del ritual, y como veremos más adelante, también de la Rosca.

El tamboril finaliza su son sintiendo el choque de sus cachiporras, una contra la otra, y comienzan los vítores y loas a San Sebastián y Jarramplas, acompañados de aplausos. Acto seguido la gente comienza a dispersarse por las diferentes bocacalles que desembocan en la Plaza de la Iglesia, especialmente por las que llevan a la zona de los bares, que durante esta media hora prácticamente ha permanecido vacía” (Díaz Iglesias, 2004).

Como se sugiere en esta misma Tesis, La Alborás constituyen un momento que muchos, gente del pueblo y visitantes, señalan como el de mayor emotividad de todos los que viven en estos dos días de ritual. Estamos ante el momento en el que la religiosidad popular en torno a San Sebastián alcanza sus más altas cotas de intensidad, aún siendo un momento en el que no participa la imagen del Santo. Pero también es un momento de reproducción de la identidad piornalega, de tal manera que podemos afirmar que todo el que participa en las Alborás es piornalego, al menos hasta que estas concluyen. Con estas connotaciones que acabamos de asociar a las Alborás, no es extraño que sea si no el rito más concurrido en esta fiesta, sí en el que más representado están todos los sectores de la comunidad, incluida esa gente que no sale a tirar a Jarramplas.

Las Alborás suponen, más que ningún otro momento en Jarramplas, esa situación de communitas, de espontaneidad, empatía e igualdad social, que Turner asocia a las fiestas (1969/1988). En este acto, si exceptuamos la presencia de Jarramplas junto a Mayordomos y grupo de cantoras, como grupo central en torno al cual se organiza la comitiva, se da una ausencia de estructura, de esa imagen que nos remite a una diferenciación y jerarquización de los individuos, de tal manera que la posición del resto de la concurrencia respecto a ellos no obedece a ordenamiento prefijado alguno.

En las Alborás, se colocan y caminan los participantes con independencia de que sean hombres o mujeres, niños, jóvenes, adultos o más entrados en años, piornalegos o forasteros. No existen posicionamientos en función del género, de la edad, de la procedencia, ni de la clase social a la que se pertenece. Poco importa en las Alborás si uno es agricultor o médico, si está en el paro o le sobra el trabajo, si vive en el pueblo o fuera de él, si es de renta baja o nada en la abundancia económica.

Poco importa si son sentimientos religiosos o no los que inducen a participar en el rito, si es la propia comunidad la que dicta el sentimiento a sus miembros o si el deseo de pertenecer a ella, lo que mueve a unirse a esta procesión nocturna. Durante el recorrido de las Alborás, cada uno se coloca donde tiene a bien hacerlo, según le dicte el momento concreto que está viviendo y las restricciones espaciales marcadas por un lado, por la estrechez de algunas de las calles por las que pasa la procesión, y por otro, por la gran afluencia de gente en ésta.

Seas quien seas, nadie te dice dónde debes colocarte, cómo debes moverte, ni qué debes hacer. Andas por donde anda la gente, pones cuidado en no meter el pie en la cañera de agua, cantas o dejas de hacerlo según lo desees; nadie impone nada a nadie, ya que todos son uno en las Alborás.

Las Alborás son en la fiesta de Jarramplas el rito entre ritos porque en ellas se anulan las diferencias y surge con más fuerza que nunca el sentimiento de pertenencia a una comunidad que, por encima de todo, es la comunidad de todos los que participan en ellas.

La “alborada de Jarramplas” en Piornal

A poco de ver la luz en el gran Teatro de Cáceres el trabajo discográfico “Canto de Gamusinos” con su “Alborada de Jarramplas”, en diciembre de 1999, esta canción llega a Piornal y empieza a sonar en los bares durante esas navidades. La gente se extraña ante esta nueva forma de sonar de lo que muchos califican “las Alborás” y otros “nuestras Alborás”, y surgen comentarios, unos tremendamente críticos con lo que consideran poco menos que un ultraje a la cultura popular, una aberración musical, un robo de tradiciones, otros, la mayoría, ciertamente aprobatorios que ponen el acento en la importancia que este tipo de grabaciones supone para la cultura popular en tanto en cuanto llevan asociadas un importante componente de trasmisión y difusión de esta cultura. De ambas posiciones tenemos algunos testimonios:

“No me gusta que los grupos o los cantantes, sean extremeños o no, tomen fama partiendo de algo que es del pueblo y debería de seguir siendo para el pueblo. Me parece que si los de Acetre canta las Alborás, al menos que sea la original, como se canta de verdad aquí en el pueblo. Si no fue capaz de captar la original que hubiera investigado más hasta conseguir la versión tradicional, porque lo que va a pasar es que la gente va a acabar cantando la versión de Acetre y se va a olvidar la original, lo cual me parece una barbaridad”9.

“No me molesta que hayan hecho una canción a partir de la música con la cual me siento identificado como piornalego, es más, la primera vez que la escuché me impactó y soy consciente de que a la gente le gusta. En la actuación de Acetre aquí, en el pueblo, estuve al lado de un niño que no paraba de decir ¡viva jarramplas!, ¡viva jarramplas! cuando escuchaba la alborada, y la verdad, el entusiasmo del niño me contagió y acabé yo gritando como él. Me hubieras visto, en el brazo se me veían perfectamente los pelos de punta. Yo lo que digo es que igual que se versionan las canciones de los grandes artistas, me parece bien que un grupo, además extremeño, haga lo mismo con la canción de las Alborás; el folklore pertenece al pueblo en general, pero está al alcance de todos. Para mi la cante quién la cante seguirán siendo las Alborás de Jarramplas. Además te digo una cosa, para Piornal es muy importante porque esta gente cada vez que actúe por ahí en un pueblo o donde sea, porque no creo que estos vayan solo a pueblos, dirán que la canción es de Piornal y así se dará publicidad al pueblo y sonaremos por ahí”.

Lo cierto es que en los dos conciertos que Acetre ha ofrecido en Piornal tras la publicación de Canto de Gamusinos, la aceptación ha sido ampliamente favorable, si bien hubo un sector francamente contrariado que optó por no acudir a tales conciertos. Sobre la primera de estas actuaciones comenta José Tomás:

“Pedí disculpas por si a alguien le había parecido un atrevimiento y comenté que lo único que pretendíamos era hacer una versión de un tema que nos había encantado. Que ése no era el original. Que el original había que venir a escucharlo a Piornal durante las fiestas. Tuvimos que hacer un bis con el tema, a petición del público que llenaba la casa de cultura y la gente nos acompañó cantándolo. Allí no hubo enfrentamiento ni conflicto cultural sino unión ante el canto. A todos los del grupo nos emocionó que así fuera”.

Por edades, a los niños les encanta, los jóvenes reconocen que la canción está muy bien, que llega a la gente de su edad, pero tienen opiniones enfrentadas en cuanto a su pertinencia. En la mayoría de los casos la gente de más edad no está del todo de acuerdo en que “vengan los forasteros y se lleven lo nuestro, algo que es del pueblo”. Algunos se sienten incluso dolidos ya que este hecho provoca que las Alborás en cierto modo “deja de ser algo exclusivamente piornalego” y aún concluyen afirmando que “a lo antiguo y tradicional no hay nada que lo supere. Por muchos instrumentos que se toquen, lo más bonito es oír el tamboril de Jarramplas”.

Surgen aquí dos posiciones enfrentadas, una que remite a ideas de sociedades corporativas cerradas (Wolf, 1981) que construyen su identidad por diferenciación con los otros de fuera de la comunidad, cerrándose a ellos y no permitiéndoles participar de su cultura de ninguna de las maneras, y otra que nos habla de sociedades abiertas que tratan de construir su identidad como pueblo por diferenciación con los otros de fuera de la comunidad, abriéndose a ellos y mostrándoles lo que les hace diferente, permitiendo, incluso alentando, el conocimiento y la participación de los otros de fuera en esta cultura de dentro.

En el primer caso las manifestaciones culturales no se publicitan, no se exteriorizan y se cierran lo más herméticamente posible, en el segundo, reparto de programas y carteles anunciadores por diferentes localidades, ruedas de prensa, entrevistas en la radio, difusión en Internet, entre otros medios de difusión ponen en marcha toda una maquinaria destinada a la apertura de la fiesta. Son los partidarios de la primera opción los que no han aceptado de buen grado “la alborada de jarramplas” de Acetre, y los incondicionales de la opción aperturista, los que han aplaudido esta alborada10 .

No obstante, aún sigue en pie una pregunta de cierto relieve: ¿a quién pertenece la “Alborada de Jarramplas”, al autor que la presenta en su obra, con las pertinentes reelaboraciones, muchas ajenas a la cultura de origen, o al pueblo en el que éste encontró la esencia misma de la canción?. Se trata de una pregunta que puede resultar escasamente relevante en tanto en cuanto el objetivo de Acetre al interpretar este tema no es apropiárselo con afán de lucro, sino exclusivamente darlo a conocer de otra manera, como un caso de experiencia cultural, pero la cuestión sigue ahí.

Desde la primera posición, la canción tal y como se escucha en “Canto de Gamusinos” es del autor que la compuso, en tanto en cuanto se trata de una canción diferente a las Alborás que se cantan en el pueblo y pertenecen a éste. Todo lo que haya de común entre la “alborada de jarramplas” y las Alborás, no es más que un caso de plagio de ese compositor que ha usurpado parte de su cultura tradicional al pueblo propietario de ella. Ciertamente, hay que señalar que muchos de los seguidores de estas posiciones apenas han escuchado la canción, ya que no se encuentran estos nuevos géneros de fusión entre sus favoritos. Desde la segunda opción, sin duda la más generalizada entre los que escuchan la música de Acetre, la autoría de la “Alborada de Jarramplas” es compartida y presentaría un carácter simbiótico.

Este tema es de José Tomás Sousa que lo compuso, persona por la que se siente un gran aprecio y un tremendo respeto, es de Acetre que la interpreta, grupo muy seguido especialmente entre los niños, los jóvenes y adultos de edades poco avanzadas, y es de ambos que la están difundiendo y llevando el nombre de Piornal y del ritual festivo de Jarramplas por todos los lugares a los que acuden con sus actuaciones musicales, pero la “alborada de jarramplas” es asimismo de Piornal, pueblo que creó las Alborás en las que José Tomás se inspiró y de las que tomó melodía y textos, y es en definitiva de todos aquellos que en las actuaciones de acetre o a partir de sus grabaciones, la escuchan y disfrutan con ella. La alborada de Jarramplas es pues de todos, como expresa José Tomás en la siguiente afirmación:

“La música simplemente «es». No es de nadie y es de todos. De los que la cantan, de los que la sienten y escuchan y de los que la transforman consciente o inconscientemente, como siempre ha venido ocurriendo en los cantos de tradición oral. Y también es de los que se identifican e incluso pelean por ella… Llegado el caso si la alborada de jarramplas es de alguien, es de Piornal y de los piornalegos que quieran que aún con estas transformaciones siga siendo «suya». Y doy fe de que son muchos”.

Notas.-

1.- Se puede encontrar una descripción actualizada de la fiesta en: (Díaz Iglesias, 2001, 2003 y 2004).
2.- Alguna de las coplas elegidas no son exactamente iguales a las que se cantan en Piornal, siendo éste uno de los detalles que inicialmente más llamó la atención a muchos piornalegos cuando escucharon la Alborada de Jarramplas de Acetre por primera vez. Concretamente Acetre canta “Al niño que repite / qué le diremos / que este santo bendito / lo lleve al Cielo”, mientras en Piornal, con un habla mantenida manifiestamente leísta, se canta “Al niño que repite / qué le diremos / que este santo bendito / le suba al Cielo”.
3.- Aunque el timbre que se percibe en el canto de las Alborás es plenamente femenino, lo cierto es que se trata de un canto colectivo en el que participan hombre y mujeres, si bien es un grupo de cantoras las que ataviadas con la indumentaria tradicional del pueblo, inician cada copla que luego es seguida por la mayor parte de los asistentes a la procesión, hombres y mujeres. El canto exclusivamente interpretado por mujeres no es el de las Alborás, sino el de la Rosca.
4.- Pensamos que cuando José Tomás pretende concluir la canción con la copla final de las Alborás, “algo” le sugiere un cambio de tonalidad, que efectivamente le satisface plenamente, y a decir verdad, en nuestra opinión, crea un entorno sonoro un tanto estremecedor, una sensación de final muy marcada, como ocurre en las Alborás que canta el pueblo. Nuevamente podríamos buscar ese “algo” en la diferencia entre la melodía de las Alborás y la Rosca. Aunque el compositor vea en esta modulación un efecto estético personal para marcar el final, muchos piornalegos perciben más que una modulación, que transporta una misma melodía a otra tonalidad, un verdadero cambio de melodía -aunque éste no sea real-, ya que la copla final de las Alborás coincide con la de la Rosca, y en ambos casos se canta con la melodía de ésta última que es diferente a la de la primera.
5.- Estamos convencidos de que, hoy día en Extremadura, “canto de gamusinos”, constituye el inicio de una nueva corriente musical en esta comunidad autónoma, con el folklore como base, y que este trabajo establece un antes y un después en la música tradicional extremeña.
6.- Rezos nocturnos, de rodillas, a la puerta del templo aparecen en fiestas de otras localidades. De Los Molinos, en la provincia de Madrid, dice Caro Baroja “Yo he visto la (vaquilla) de Los Molinos y, además, he hallado una descripción de ella en un artículo de la periodista Luisa Carnés, artículo completo e ilustrado, de suerte que para facilitarme el trabajo copiaré párrafos sueltos de él: «Existe en el pueblecito serrano de Los Molinos una cofradía llamada de San Sebastián, fundada en el año 1834 e integrada por treinta y cinco cofrades, algunos de los cuales figuran en ella desde hace más de cuarenta y cinco años. La fiesta de la cofradía, o sea la del santo de que ésta toma nombre, se celebra durante los días 19, 20 y 21 de enero. Comienza esta fiesta con la llamada ‘oración del santo’, que se celebra a las doce de la noche del día 19, y que ante la puerta cerrada de la iglesia del pueblo. Llegados ante ellos los cofrades, se arrodillan y empiezan sus oraciones del santo” (1965/1984: 252).
7.- Un análisis detallado de la música y los textos de las Alborás se puede encontrar en: Guerra Iglesias y Díaz Iglesias 2004 (en prensa). Al final del artículo recogemos la partitura y los textos habitualmente utilizados en esta alborada.
8.- El recorrido, de aproximadamente un kilómetro, se inicia en la Plaza de la Iglesia, baja por la Calle Real hasta la Plazuela de Las Lanchas, recorre seguidamente la calle Montera hasta la calle de la Estación que va a desembocar en la Plaza de España. De ésta, por la Calle Cánovas, se llega a la Calle de la Fragua que concluye nuevamente en la Plaza de la Iglesia.
9.- A este respecto hay que señalar un detalle: en las últimas ediciones de Jarramplas, durante el rito de las Alborás, hemos podido constatar que algunos jóvenes interpretan durante la procesión una versión muy particular del canto muy cercana a la de Acetre. Sobre ello nos comenta el propio José Tomás: “Este año me invitó el alcalde de Villanueva de la Vera a conocer y disfrutar de la Fiesta del Peropalo. Lo pasamos genial, por cierto. Allí en la plaza, la ronda que efectuaba los cantos antiguos, de pronto empezó a cantar la alborada de jarramplas, pero no al modo de las Alborás de Piornal sino como lo interpreta Acetre, con los intermedios musicales incluidos -creación- y lo acompañaban con laúdes, guitarras y bandurrias. Nunca antes por lo general habían incorporado cantos de Piornal ni de otros sitios en sus rondas -suelen hacer sólo música local- y preguntados, nos respondieron que conocían el tema por Acetre, no por haberlo escuchado en Piornal y que era tradición ya desde hacía unos años incorporarlo en el repertorio de las rondas de las fiesta del peropalo. Creo que es para reflexionar sobre el tema…”
10.- Han sido varios los piornalegos que han pedido autorización a Acetre para utilizar el tema de la alborada de Jarramplas en páginas web relacionadas con Piornal, a lo que sus componentes han accedido de buen grado.

Bibliografía

- CALLE SÁNCHEZ, A.; CALLE SÁNCHEZ, F.; SÁNCHEZ GARCÍA, G.; VEGA RAMOS, S.(1995). Entre la Vera y el Valle. Tradición y folklore de Piornal. Institución Cultural “El Brocense” de la Diputación Provincial. Cáceres.

- CARO BAROJA, J. (1984) [orig. 1965]. El carnaval. Taurus. Madrid.

- CRUZ REBOSA, M. (1952). El Romancero piornalego. (s.p.)

- DÍAZ IGLESIAS, S. (2001). “Los niños en Jarramplas”. En Oliver Narbona, M. (coord.). Antropología de la fiesta. III Jornadas de Antropología de las fiestas, pp. 249-260. Instituto de Cultura Juan Gil-Albert. Alicante.

- __________ (2003). “Turismo etnológico en Piornal”. Actas del Simposio “Recreaciones medioambientales, políticas de desarrollo y turismo”. IX Congreso de Antropología. Barcelona.

- __________ (2004). “Jarramplas: tiempo de fiesta en Piornal. La construcción de identidades colectivas en torno al ritual”. Gazeta de Antropología pwlac@ugr.es. Universidad de Granada.

- __________ (2004). Jarramplas: ritual festivo y tramas de identidad en Piornal. Tesis Doctoral, (inédita).

- DÍAZ IGLESIAS, S. y GUERRA IGLESIAS, R. (2004). Los sonidos de un pueblo. Músicas, textos y contextos en Piornal (en prensa).

- TURNER, V. (1988) [orig. 1969]. El proceso ritual. Estructura y antiestructura. Taurus. Madrid.

- WOLF, E. (1981). “Comunidades corporativas cerradas de campesinos en Mesoamérica y Java Central”, en J. Llobera (ed.) Antropología Económica. Estudios Etnográficos. Anagrama. Barcelona.

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