Jarramplas y la construcción de identidades de pueblo, de género y de clase Analizadas las claves antropológicas de esta fiesta de Interés Turístico Regional
Granada Hernández Gabinete de Comunicación Universidad de Extremadura
Cada 19 y 20 de enero Piornal, pequeña localidad serrana del norte cacereño, entre el Valle del Jerte y la Comarca de La Vera, celebra su fiesta de Jarramplas, declarada en 1992 de Interés Turístico Regional. Se trata de un ritual de indudable interés antropológico, con distintos protagonistas: los Mayordomos, encargados de organizar la fiesta y correr con los gastos; el grupo de jóvenes cantoras; las mozas de la rosca y el niño que repite, que realizan las interpretaciones musicales (rosca, alboradas y rondas); San Sebastián, icono religioso, símbolo del bien que preside todos los actos sacros; y Jarramplas, enmascarado demonizado, auténtico símbolo del mal, en torno al cual gira la fiesta y le da nombre. Durante los dos días Jarramplas recibe una lluvia de nabos que la gente descarga violentamente sobre él. Máscaras, tamboriles, trajes de cintas policromáticas, nabos, cantos religiosos y profanos, migas, son algunos de los elementos que otorgan identidad a esta fiesta.
El trabajo de investigación “Jarramplas: ritual festivo y tramas de identidad en Piornal”, de Sebastián Díaz Iglesias, constituye una etnografía sobre la fiesta de Jarramplas y en cierto modo sobre Piornal. “Una etnografía y no la etnografía, porque no es ésta la única posible sobre la fiesta de Jarramplas”, aclara el autor, ya que los rituales festivos son en la actualidad más inestables que otros elementos culturales.
Esta investigación manifiesta la complejidad de esta fiesta. “Jarramplas pervive en la memoria colectiva y ejerce un importante dominio en el ideario piornalego a lo largo de todo el año, lo que hace pensar en algo que la antropología tiene asentado desde hace tiempo, es decir, la percepción de ritual como proceso, y en el convencimiento cada vez más confirmado de que Jarramplas es un símbolo clave para construir ideas de identidad, en varios niveles: la identidad de pueblo, la identidad de género, la identidad de edad y la identidad de clase”, explica.
Jarramplas puede considerarse como símbolo clave de la cultura piornalega por varios motivos: su densa presencia en la vida social de los piornalegos en diferentes momentos del año; su fuerte valor como estimulante ético (la recurrencia a las ideas de bien y mal son constantes en este ritual, en el que se resume una buena parte de la religiosidad popular de este pueblo); su presencia en diferentes contextos situacionales y en diferentes campos simbólicos (los niños juegan a Jarramplas, los padres lo introducen en sus relatos, Jarramplas es objeto de representaciones estéticas); su mayor elaboración cultural que la de otros personajes de la misma categoría (San Roque, el Cristo, la Virgen); y su mayor normatividad social.
Jarramplas expresa, por ejemplo, la actualidad de los modelos tradicionales de género, pero a la vez, sirve para que emerjan propuestas de cambio hacia la igualdad entre estos; reproduce evidentes asimetrías en la división del trabajo, el prestigio y la toma de decisiones entre hombres y mujeres, incluso de manera manifiesta asocia los primeros a la figura de Jarramplas y a las segundas a la de San Sebastián. “Pero a la vez permite cierto solapamiento de funciones, de ocupación de espacios rituales, de intervención en la organización de la fiesta entre los miembros de uno y otro género, hasta hace pocas décadas impensable”.
Como ritual, Jarramplas reproduce ideas de diferencia respecto al grupo local de referencia (piornalegos/forasteros a diferentes niveles). Pero paradójicamente mediante esta fiesta, la comunidad piornalega se abre más que en ningún otro caso para expresar su identidad local, compartiendo con miembros de otras comunidades aquello que le hace más diferente a ellas.
Además, Jarramplas sirve a cada grupo de edad para construir su identidad. En cada estado, los grupos de edad reproducen su identidad por una diferenciación clara de comportamientos respecto al grupo inmediatamente anterior y posterior, tambaleándose estas estructuras llegados los periodos de tránsito entre edades.
La tesis, dirigida por Julián López García y Rosario Guerra Iglesias del departamento de Psicología y Sociología de la Educación, ha sido calificada con sobresaliente cum laude.
Cada 19 y 20 de enero Piornal, pequeña localidad serrana del norte cacereño, entre el Valle del Jerte y la Comarca de La Vera, celebra su fiesta de Jarramplas, declarada en 1992 de Interés Turístico Regional. Se trata de un ritual de indudable interés antropológico, con distintos protagonistas: los Mayordomos, encargados de organizar la fiesta y correr con los gastos; el grupo de jóvenes cantoras; las mozas de la rosca y el niño que repite, que realizan las interpretaciones musicales (rosca, alboradas y rondas); San Sebastián, icono religioso, símbolo del bien que preside todos los actos sacros; y Jarramplas, enmascarado demonizado, auténtico símbolo del mal, en torno al cual gira la fiesta y le da nombre. Durante los dos días Jarramplas recibe una lluvia de nabos que la gente descarga violentamente sobre él. Máscaras, tamboriles, trajes de cintas policromáticas, nabos, cantos religiosos y profanos, migas, son algunos de los elementos que otorgan identidad a esta fiesta.
El trabajo de investigación “Jarramplas: ritual festivo y tramas de identidad en Piornal”, de Sebastián Díaz Iglesias, constituye una etnografía sobre la fiesta de Jarramplas y en cierto modo sobre Piornal. “Una etnografía y no la etnografía, porque no es ésta la única posible sobre la fiesta de Jarramplas”, aclara el autor, ya que los rituales festivos son en la actualidad más inestables que otros elementos culturales.
Jarramplas puede considerarse como símbolo clave de la cultura piornalega por varios motivos: su densa presencia en la vida social de los piornalegos en diferentes momentos del año; su fuerte valor como estimulante ético (la recurrencia a las ideas de bien y mal son constantes en este ritual, en el que se resume una buena parte de la religiosidad popular de este pueblo); su presencia en diferentes contextos situacionales y en diferentes campos simbólicos (los niños juegan a Jarramplas, los padres lo introducen en sus relatos, Jarramplas es objeto de representaciones estéticas); su mayor elaboración cultural que la de otros personajes de la misma categoría (San Roque, el Cristo, la Virgen); y su mayor normatividad social.
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