Rituales y proceso social. Jarramplas 1

Jarramplas Tras las Navidades, Nochevieja y Reyes, el día 19 de enero, día de San Sebastián, en Piornal se celebra Jarramplas, personaje que ataviado con un traje adornado con retales de colores -traje de pingos- y una gran máscara carnavalesca, recorre durante dos días las calles del pueblo tocando el tambor mientras recibe una auténtica lluvia de nabos que le arrojan con fuerza sus convecinos.

El Jarramplas es considerada la fiesta genuina de Piornal, y constituye el elemento de identidad comunitaria más relevante de cara al forastero. En ella, dos figuras ostentan el protagonismo ceremonial: el propio Jarramplas, que da nombre a la fiesta, y el mayordomo, generalmente un amigo de quien encarne ese año el rol de Jarramplas que cuente con recursos económicos suficientes para asumir la responsabilidad de los gastos. Para ser Jarramplas basta con anotarse en la parroquia y esperar el turno; en este momento la fiesta está boyante y en la lista hay reservas para varios años.

Jarramplas Hace algunos, sin embargo, en plena época de éxodo migratorio, la lista se hallaba vacía, forzando a ciertos "especialistas" a la repetición del papel en años sucesivos. Tradicionalmente, el Jarramplas se inscribía por una manda al santo. Las madres de los hijos que habían ido a África para cumplir con el servicio militar, los alistaban en la parroquia en caso de que regresasen sanos y salvos. El componente sacrificial del rol justifica esta motivación. Hoy se insiste más en el placer de representar al personaje y en el orgullo y prestigio que otorga su buen desempeño.

Su función es 'recibir los golpes' que le propina el pueblo arrojándole nabos o patatas durante sus salidas. Un Jarramplas es tanto mejor 'cuanta más fiesta dé', especialmente en la mañana del día de San Sebastián, a la salida de la iglesia; tanto mejor cuanto más tiempo aguante bajo la embestida de los nabos que el pueblo le tira con fuerza.

Jarramplas El importante componente religioso de la fiesta se centra en dos momentos: la procesión de 'las alborás', en la que el Jarramplas, rodeado por toda la comunidad, da vuelta al pueblo andando de espaldas y sin máscara y la 'misa del santo', ocasión en la que las mozas cantan 'la rosca' tras una procesión, esta vez con la participación del cura y llevando la imagen del santo. En la rosca se exaltan las virtudes de San Sebastián, asimilándolo con un capitán valeroso.

Por supuesto, el Jarramplas es explícitamente considerado como una representación del mártir aunque no sin ambivalencia. También se dice de él que es un demonio o un ladrón de cabras, según uno de los mitos fundacionales de fiesta: 'un santo en la iglesia y las procesiones, donde no lleva la máscara puesta, y un diablo en la calle, cuando la lleva'. Es difícil saber hasta qué punto este tipo de interpretaciones no hace sino recoger, por boca de los informantes, la doctrina autorizada y autorizante de historiadores y folkloristas locales. En cualquier caso, sí es visible el efecto de imposición de legitimidad que la mera presencia interesada de un público "culto" ejerce sobre algunos aspectos de las fiestas en detrimento de otros.

Jarramplas Por su parte, la función del mayordomo es correr con todos los gastos de la fiesta, que en los últimos años, con el aumento notable de la participación, se han incrementado considerablemente. Este hecho ha forzado a compartir gastos entre varias personas. En el año 1987, por ejemplo, hubo tres mayordomos. El encarecimiento debido al aumento de la participación refuerza, a ojos de los informantes, la necesidad de apoyo institucional para la fiesta, y en cualquier caso se entiende como vehículo de algunas de las transformaciones formales del ritual.

El relevo de los papeles se produce al término de la fiesta, el día 20 de enero. En casa del mayordomo entrante se reúnen los Jarramplas 'saliente' y 'entrante', y los dos mayordomos. Allí pasan de mano a mano los instrumentos rituales: el traje, la máscara, el tamboril y las cachiporras del Jarramplas, y el símbolo, que consiste en una saeta del mártir forrada en papel de plata y envuelta en una tela púrpura.

Jarramplas La máscara y el traje serán elementos renovables. Durante el año, el pueblo sabe quiénes serán mayordomo y Jarramplas en el próximo enero, pero sus atribuciones se reservarán exclusivamente para los días de la celebración.

Realizaremos aquí una descripción de la secuencia ritual, basándonos en la observación directa que realizamos de la fiesta y en las explicaciones dadas por informantes piornalegos, éstos comienzan su descripción situándose en la mañana del día 19. A primera hora sale a pedir la comitiva del mayordomo, acompañado del Jarramplas -que va ataviado con el traje de pingos y sin máscara- y algunos allegados. A su marcha por las calles del pueblo, que recorren al son del tamboril con una canastilla, los vecinos echan su donación para el santo: una cantidad en metálico o una vela para la iglesia, y obsequian al grupo con trago de vino y un deseo de ¡salud! al que el mayordomo devuelve una fórmula: ¡Que el buen Santo lo premie!.

Jarramplas La comitiva recorre de este modo la práctica totalidad de las calles del pueblo durante un intervalo aproximado de dos horas, siguiendo un orden espacial que se reitera cuando en otras celebraciones son mayordomía, como la fiesta de San Roque, se realiza una petición análoga para el santo. A continuación, los informantes piornalegos pasan a describir la primera invitación del mayordomo al grupo protagonista: un pincho de jamón y queso que reúne al mayordomo, el Jarramplas y sus allegados respectivos, y que se ofrece en el local comunitario de la cooperativa.

A mediodía, en la casa del mayordomo, diversos especialistas rituales visten ceremonialmente al Jarramplas, puesto que por la mañana salió sin las protecciones que requiere la violencia física del ritual; una violencia que ya vaticinan los gritos de los quintos, situados al otro lado de la puerta que los separa del lugar donde el Jarramplas se prepara:

"Salga usted Jarramplas
no tenga miedo,
que cuando salga
todos corremos."

Jarramplas En realidad, la copla no hace sino aplicar al Jarramplas una connotación de agresividad establecida por la tradición, que los quintos, armados ya de los nabos, bien podrían aplicarse a sí mismos. Según el informante, cuando el Jarramplas está preparado realiza su primera salida. Marcando un ritmo de tambor característico con dos cachiporras y con la cabeza protegida por una enorme máscara cornuda, el Jarramplas afronta la primera embestida de los nabos: un nutrido grupo de quintos dispara a su cuerpo desde la primera línea, detrás, otros sectores de la población disparan sus nabos al personaje, cuya principal aspiración es mantener el ritmo y ofrecerse a la multitud en un claro gesto sacrificial, a veces asustándola, a veces resistiendo la agresión simbólica, a veces sometiéndose a su persecución.

El resultado territorial del acontecimiento es el recorrido aleatorio de algunas calles, resultante de los movimientos, en parte intencionales y en parte forzados por la situación. del protagonista ritual.

Jarramplas Al término de la descripción de esta secuencia la narración nativa se desplaza a la tarde, mencionando quizás la celebración de la comida ceremonial del primer día de la fiesta, costeada por el mayordomo, y a la que acuden, como es normativo, los allegados del núcleo compuesto por los dos principales agentes rituales. Sobre las cuatro de la tarde el pueblo se congrega en la iglesia.

Sin celebración litúrgica, y mientras se canta la rosca, el mayordomo "baja al santo del trono". Esta acción consiste en desplazar la imagen de San Sebastián de la hornacina que le está permanentemente reservada en el retablo a un altar situado en el pasillo central del templo. Después de este acto, el Jarramplas realiza su segunda salida, de menos intensidad que la de la mañana, y en la que como es prescriptivo en cada enfrentamiento con los tiradores, el Jarramplas es asistido por sus familiares y allegados en caso de dificultad, reservándose la prerrogativa de tirar las cachiporras al suelo, cruzarlas o, en extremo. de quitarse la máscara, signos inequívocos de que la multitud debe detener las agresiones. Como ya sucediera por la mañana y volverá a ocurrir en las salidas sucesivas, el Jarramplas recorre entre los nabos algunas calles del pueblo.

Jarramplas Ya de noche, pues seguimos el hilo del informante, el Jarramplas y el mayordomo acuden a las alborás. A las cero horas del día de San Sebastián se congrega el pueblo en la puerta de la iglesia. El Jarramplas solicita a los asistentes una devoción que será cumplida rigurosamente a lo largo de esta nueva secuencia. Las alborás es la marcha procesional más nutrida de todas las que pudimos observar en Piornal. En ella no se saca la imagen del santo; el eje de la devoción se sitúa en el rol del Jarramplas que, "en representación de San Sebastián", comienza a caminar de espaldas, lentamente. con el traje de pingos y sin la máscara, marcando un ritmo cadencioso con su tamboril.

Pegado a su espalda. y por tanto caminando en la dirección de marcha procesional, avanza el mayordomo, flanqueado por dos niños que ejercen de monaguillos. A su alrededor el pueblo en masa canta las alborás, que dan nombre a la procesión y cuyas coplas son las mismas de la rosca entonadas de un modo solemne. La procesión discurre casi a oscuras por una serie de calles pedregosas que recorren la zona más vieja de Piornal, siguiendo un trazado tradicional.

Jarramplas Al llegar a la puerta de la iglesia el pueblo se disgrega, y aquí el informante sigue a la pareja protagonista para describir la secuencia siguiente. Tras las alborás, el mayordomo ha tomado nota de las familias que desean ser objeto de su visita durante la ronda. Consiste ésta en un recorrido festivo que realiza el grupo protagonista acompañado de quien quiera sumarse, para rondar con coplas tradicionales a la puerta de aquellos vecinos que previamente expresaron su deseo al mayordomo. El ritual prescribe, pues, un nuevo recorrido por las calles del pueblo, esta vez más opcional que el de la salida a pedir, en el que el grupo ceremonial recibe donaciones en especie para echar a las migas, y, de casa en casa, unos tragos de vino.

Ya de madrugada, en el local de la cooperativa, se celebran las migas, una secuencia de comensalidad que vuelve congregar al sector de la población que sigue de fiesta asas horas. Invitados por el mayordomo, el Jarramplas, el pueblo y los forasteros comen en un ambiente relajado e inestructurado, en el que circulan platos de migas que se comen con las manos, entre canciones y bromas festivas, y que se orienta hacia un creciente descontrol. Al término de 1as migas quedan unas horas para el amanecer y la gente se retira a descansar.

Jarramplas Sobre las ocho y media el pueblo está desierto y las campanas de la iglesia tocan a regocijo. La atención de los piornalegos se focalizará esta mañana en la importancia dominante de la salida del día 20, el acto climático del ritual, y consecuentemente su narración de la fiesta tenderá conducirse de inmediato al ceremonial que tiene lugar primero en el interior de la iglesia y luego en la plaza anexa. Sobre las once, el pueblo se congrega en el templo.

El Jarramplas, que viene de la casa del mayordomo, recibe a andanada de nabos. En el vestíbulo de la iglesia se quita la máscara, y entonces da inicio la procesión, que esta vez contará con la participación de la imagen del santo. A la vuelta, y tras la subasta de las andas del santo, el cura celebra una misa. A su término, el oficiante da permiso para que el coro de mozas y el niño repetidor interpreten la rosca.

La función del niño consiste en reiterar con un soniquete característico el último verso de cada estrofa. El clima emocional crece conforme las coplas se aproximan al fin de la canción. Al llegar a la última copla el tamboril Jarramplas marca un tiempo frenético, y las mozas cantan en medio de un revuelo ocasionado por el aumento la tensión:

"¡A la guerra, a la guerra,
al arma, al arma,
Sebastián valeroso
venció batallas!"

La copla da paso a la salida más esperada del Jarramplas. Cuando el pueblo sale de misa los más jóvenes aguardan armados. Según todas las descripciones éste es el momento crucial. El Jarramplas recibe la mayor de las descargas y se espera de él que dé fiesta; es decir, que aguante la mayor cantidad de tiempo posible los tiros del pueblo, concentrado en torno a él en semicírculo, y ocupando la plaza de la iglesia. Un "buen Jarramplas" sabe mantener en esta situación una distancia formal con respecto a la violencia de los tiros, realizando gestos espectaculares, como el de subirse al pretil del pilón sin dejar de tocar el tambor mientras recibe los golpes de los nabos.

En este punto, el discurso del informante nos lleva a la tarde. En la iglesia San Sebastián recibirá la adoración de fieles que han ido a besarle, ante la asistencia devocional del mayordomo, el Jarramplas y el conjunto formado por el coro de mozas y el niño repetidor. Cuando el pueblo termina de besar el santo se produce una nueva subasta, esta vez para determinar quién será el encargado de "subir la imagen al trono".

A la salida de la iglesia, el Jarramplas, aún en funciones, se dirige a la casa del que será mayordomo el año próximo. Durante el trayecto continúa la lluvia de nabos y el pueblo recorre en todas direcciones el espacio local en función de los desplazamientos del protagonista. Pero poco a poco el clima de fiesta decrece, y cuando el Jarramplas arriba a su destino, ya sólo queda celebrar la ceremonia que simbólicamente anuncia la continuidad del ritual: los mayordomos entrante y saliente y los respectivos Jarramplas se reparten un lomo, costeado ya por el nuevo mayordomo, que a partir de ese momento comienza a hacerse cargo de los gastos y los preparativos de la fiesta. Aquí se detiene la descripción nativa del ritual y también el ritual mismo.

1.- Del libro "Rituales y Proceso Social. Estudio comparativo de cinco zonas españolas".
José Luis García, Honorio M. Velasco, Miguel Mª López, Francisco Cruces, Ángel Díaz, Arturo Álvarez y Ana I. Orgaz.
Ministerio de Cultura. Dirección General de Bellas Artes y Archivos. Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Madrid 1991.

Gracias Puerto :)

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