Luis Pumares Puertas
Una crónica social de antaño, de nuestros días, de todo tiempo y de todo lugar.
De un lado está él, el diferente, el que viste con piltrafas de colores y porta una máscara que le cubre el rostro; del otro todos los demás, los normales, los aceptables, los aceptados... los todos iguales para hoy, para ayer, para siempre. Y de repente, la pacífica masa social se levanta en armas, se levanta en nabos, y arremete contra el infractor porque es una amenaza social, la personificación del mal, el que puede desequilibrar el orden establecido.
Es la nota discordante frente al pensamiento único, lo socialmente admitido, lo políticamente correcto... y sin mediar más palabra que el presunto juicio del pueblo, lo ajustician, lo lapidan, lo masacran como a una lacra que hay que aplastar.
Si la fiesta tuviera su origen en nuestros días Jarramplas sería una prostituta, un terrorista, un ocupa. Como su origen se pierde en la memoria de los tiempòs, es simplemente Jarramplas, la personificación del mal. El personaje al que se distingue con ropajes absurdos, al que se señala con el dedo para hacerle blanco de todas las iras, de todos los nabos.
El vecino apacible que tomó vinos con él la tarde anterior elige el nabo mediano, el que cabe en la mano, el que se dirige bien, y apunta, apretando los dientes, para lanzar con toda su fuerza y su vigor. El compadre con el que comentó por la mañana acerca de la próxima cosecha de cerezas, saca el nabo que lleva en el bolsillo y contrae los músculos del rostro a la vez que el proyectil parte de su mano amiga. El paisano con el que no se habla desde hace dos años por cuestión de una linde elige un nabo de kilo y medio y se cruza por delante del forastero con lentes que hace las fotos para estampar contra Jarramplas los mil quinientos gramos de tubérculo.
Hace ya treinta años mi amigo Rafael Amor cantaba a otro Jarramplas que se atrevió a ser diferente, el Loco de la Vía, que no hizo otro mal que atreverse a pensar, lo que ya es mucho. Otro día dijo lo que pensaba, que eso es casi un suicidio social. Y al tercer día, pretendió vivir como pensaba y como decía... entonces lo encerraron. Y el loco desde dentro decía "pobres cuerdos, míralos, todos encerrados afuera":
- Antis no era así, no se traían nabos a las esquinas de las calles, ca uno tiraba lo que cogía en los huertos.
Pero da igual, cada veinte de Enero, cuando más hiela1, Piornal se viste de fiesta, se engalana, y hasta el fondo del valle llega el fragor de la batalla que se libra en lo alto del Camocho. El diecinueve por la tarde comienza el festejo y, a partir de aquí, todo sucede por su riguroso orden. Cada cual tiene una función que cumple a rajatabla: el vecino que ha hecho la manda, la familia, los mayordomos,...
Se mezclan los ritos religiosos y los paganos, la comida y el ayuno, el sueño y la vigilia, la procesión y el vino, el cantar y el silencio, las migas y el café con dulces.
San Sebastián lo bendice todo, porque así es la vida, como la viña del Señor y, en definitiva, siempre fue mentira que hubiera buenos y malos.
En todo caso, lo único que me parece cierto es que, andando el tiempo, las tradiciones, los cambios,... en el alma de cada piornalego (de cada piornalega) sigue viviendo un Jarramplas.
1.-Comienzo de letrilla que se canta en una de las "roscas" en la procesión de San Sebastián.
Ir al menú de Jarramplas
Si quieres escribirme:
victor@piornal.net                     
                             
Página inicial
|